Niños que no temen al peligro o curiosos como los que esta tarde se acercaron al mar en la costa de Oia, para tratar de sacar la mejor fotografía o simplemente para observar el espectáculo que ofrece la naturaleza.
La alerta roja parece que en lugar de llamar a la prudencia, causa el efecto contrario. Para observar este auténtico espectáculo de la naturaleza pensamos que aquí nada puede pasar. Hay un refrán que dice que «el que nada no se ahoga«, pero en realidad, en este caso poco se puede hacer ante el fuerte oleaje.
Son las 18:30 horas del jueves 2 de febrero de 2017 y con la alerta roja por fuerte oleaje activada. El mar se «tranquiliza» por un momento y varias personas se acercan a la orilla, en la costa de Oia, para ver más de cerca unas olas que alcanzaban en ese instante los 11 metros de altura en Cabo Silleiro. Pasaron unos segundos y se veía de nuevo el fuerte oleaje en el horizonte, pero no parecía ser peligroso. Nadie se movía de la orilla hasta que vieron que realmente llegaría el agua a sus pies. Ahí saltaron las alarmas y es cuando estas personas, sin ser conscientes del peligro, echaron a correr. Por suerte esta vez todo se quedó en un pequeño susto.
Suelen ser este tipo de imprudencias las que dejan víctimas mortales y desaparecidos. El mar es traicionero, hay que tenerle respeto y el peligro no es tanto por el golpe del agua, como por la resaca de la ola que puede arrastrar con facilidad a las personas mar adentro.
