El Banco de Tapones de O Baixo Miño, con sede en Tomiño, ha hecho entrega esta mañana de tres cheques por valor de 3.000 euros cada uno, a tres menores de edad que sufren enfermedades.
Cuarenta toneladas de tapones provenientes de todos los puntos de toda Galicia, recogidas en los 450 puntos que existen actualmente, han servido para que tres menores de edad recibieran esta mañana un cheque por valor de 3.000 euros cada uno. Se trata de Alejandro Barbosa, un vigués de seis años y con parálisis cerebral, Cristian Castro, un niño de Ourense de diez años con malformación cerebral, y Sofía Santos, una joven que padece ceguera neonata acompañada de una malformación.
Esta mañana, unas setenta personas voluntarias clasificaban los tapones a un lado y los botes a otro, en la sede del Bando de Tapones de O Baixo Miño. Esta sede cuenta con cuatro miembros que están todo el año y que no reciben ninguna contraprestación de ninguna administración pública, lo único, la creación de folletos informativos por parte de la Deputación de Pontevedra y por parte del Concello de Tomiño, la cesión de la nave para almacenar los tapones. La mayor parte de estos tapones se recogen en los colegios, por eso en verano se recogen menos tapones.
«Desde el Banco de Tapones de O Baixo Miño hacemos un llamamiento al Concello de Vigo para que nos cedan un bajo en la ciudad donde poder almacenar los tapones, ya que es la ciudad gallega donde más tapones se recogen. «
La próxima campaña será para otros dos niños, uno de Moaña y otro de Coruña.
Reciclaje
En el Banco de Tapones de O Baixo Miño, en Tomiño, los voluntarios organizan jornadas para descartar el material que no vale. Desde ahí, una empresa de transportes los lleva gratuitamente a la planta de reciclado de Reserplas, que está en Redondela. Antes de que sean descargadas, la empresa ingresa el dinero correspondiente al beneficiario de cada campaña. En la fábrica se convierten en bolitas de plástico de colores que luego son enviadas a las diferentes factorías para acabar convertidas en perchas, cubos, tuberías o piezas.
Es el fin de una cadena que empieza en casa. Porque todo el mundo puede ser un eslabón más de esa gran cadena de solidaridad que empezó a ensamblarse en Galicia para ayudar a Diogo, el pequeño portugués que tras reunir millones de tapas logró por fin un brazo .