ALFREDO // Dos vecinas de Carregal enseñando la invasión de moscas

Hartos. Así están los vecinos del lugar de Carregal de Abaixo en la parroquia de Amorín, Tomiño, debido a una plaga de millones de moscas que cada año visita sus casas. La invasión comienza con la llegada del buen tiempo, pero con el calor la situación se hace insoportable y el día a día es imposible.

«Venimos de Tui a vivir a Carregal en el 2017 y no había moscas. Cambiamos la ciudad por el campo para disfrutar de la naturaleza pero no podemos por culpa de estos «vecinos voladores» que nos hacen la vida cuesta arriba. Estamos viviendo un infierno, es asqueroso», asegura Inés Romero, una de las decenas de personas afectadas.

Ella y su familia ya no saben que hacer. Llevan cuatro años padeciendo la visita de estos insectos que campan a sus anchas por todos lados. «En todo el día no podemos abrir ni puertas ni ventanas, ni airear la casa. Tenemos que hacer la comida con mucho cuidado porque se meten en la tartera o en la sartén y al comer en el plato», afirma Inés, mientras observa desesperada las paredes de su casa teñidas con un manto negro en movimiento.

Tampoco se libra de los molestos visitantes su vecino Jorge Santos. Él y su familia cambiaron la capital de España para venirse a vivir a Galicia por trabajo y buscando una vida más tranquila en plena naturaleza. Pero nada más lejos de la realidad. «Tenemos que tener mucho cuidado porque se meten en todas partes. Estamos comiendo y muchas veces te sacas la mosca de la boca porque se han metido en la comida. Los niños no pueden ni estar en la piscina», comenta.

Este madrileño afincado en Tomiño no puede disfrutar de la finca «porque nos vienen detrás» y ponen «cintas atrapamoscas, y usamos la paleta para ir combatiéndolas, pero no podemos echar insecticidas por los niños. Es una pesadilla», apunta.

Pero no sólo sufren la plaga las viviendas de Carregal, los establecimientos también reciben la visita de los insectos. Sonia Rodríguez regenta el Novo Bar. Lo abrió ella y su hija en diciembre «con toda la ilusión del mundo para tener algo» y ahora, cuatro meses después de su apertura, baraja la posibilidad de cerrar las puertas por culpa de las moscas. «Nos han truncado nuestro futuro». «Al principio todo iba bien, pero ahora las moscas lo infectan todo, está todo lleno», afirma desesperada sin que nadie le dé una solución.

Sus clientes les dicen que hay muchas moscas y están incómodos «porque están continuamente secundándolas, es muy asqueroso y no es sano. Nos repercute en el trabajo, la gente está comiendo o bebiendo y se meten en el plato o en la copa. Desde que comenzó todo esto estamos perdiendo dinero», asegura, y pide soluciones urgentes para que pueda continuar con su vida normal.

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