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No pudo ser. El sueño del Mecalia Atlético Guardés terminó en la final. El conjunto miñoto lo intentó, pero enfrente se encontró un gran Costa del Sol Málaga, con una Meche Castellanos inconmensurable, que hizo valer su condición de favorito y su mayor frescura. El conjunto malacitano ganó con mucha comodidad al Elche en semifinales.

Tanto, que incluso se pudo permitir dar descanso a sus pesos pesados en la segunda parte. En cambio, el Mecalia tuvo que exprimirse hasta la extenuación contra Granollers y, sobre todo, contra Bera Bera. Cuando se vio en desventaja, el agotamiento afloró y el partido se decidió. Pese a la enorme decepción y tristeza final, el Guardés puede decir que ha hecho historia en el balonmano femenino gallego al lograr el primer subcampeonato de Copa.

No empezó mal el Guardés. Al contrario. Dos goles consecutivos de Pessoa y Naza Calzado ponían en el disparadero al conjunto de Prades. Fue solo un amago. Porque Málaga se puso manos a la obra con las dos armas que más dañaron al conjunto miñoto en el primer tiempo. Castellanos paraba, Sole López corría. De este modo firmaron 10 paradas y seis goles, respectivamente, en los primeros 30 minutos.

Ese impulso llevó al colectivo costasoleño a clavar un parcial de 1-6 con el que marcó la pauta de todo el primer acto. El Guardés reaccionó, se ajustó en defensa y Carratú paró. Por momentos, se puso a dos tantos, pero cada vez que una inercia acercaba a las jugadoras de blanco en el marcador, Castellanos echaba la persiana. La guardameta manchega negó una y otra vez el gol a las de O Baixo Miño.

Esa falta de acierto en la portería terminaba pagándose en la propia. Porque si Málaga no corría, era Arderius la que hacía fluir a las suyas en los ataques posicionales. Así, las ventajas andaluzas se estabilizaron en torno a los tres goles, que fueron cuatro al descanso (10-14).

A la vuelta de los vestuarios, el decorado no cambió. Si acaso, se acentuó. El Málaga castigó con virulencia las dudas del equipo miñoto en el arranque y con un 1-4 de salida llevó el choque a unos siete tantos de renta casi insalvables. Es en esos momentos de duda cuando aparece el cansancio en el que no se había reparado hasta entonces. Las piernas pesaban y la cabeza dudaba. No había forma de reducir la diferencia.

Y no sería porque José Ignacio Prades no lo intentase. Metió a Míriam Sempere en portería y a María Sancha en la primera línea. Cambió a defensa 5:1. Agitó todas las ramas de su árbol, pero prácticamente no cayeron manzanas. Desgraciadamente para el Guardés y para las 3.086 personas presentes en Illumbe, la final terminó antes de tiempo. Los últimos compases transcurrieron entre la alegría costasoleña y la decepción miñota, lógica, porque nadie quiere perder una final. Pero para perderla hay que jugarla y el Guardés lo hizo por primera vez. Eso ya está en la historia del club y del balonmano gallego.