Este domingo, 30 de octubre, las agujas del reloj se retrasarán una hora. Así, cuando sean las tres de la madrugada retrasaremos el reloj a las dos, con lo que comenzaremos el horario de invierno.
El domingo que viene cambiamos la hora y, quien quiera, podrá dormir una hora más. El cambio horario obedece a una directiva europea que afecta a todos los Estados miembros de la Unión y tiene como objetivo aprovechar mejor las horas de luz solar y, gracias a ello, consumir menos electricidad en iluminación.
Esta medida de modificación de los horarios comenzó a generalizarse a partir de 1974, cuando se produjo la primera crisis del petróleo y diversos países decidieron adelantar sus relojes en los meses de verano para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación.
Dos veces al año, habitualmente el último domingo de marzo y el último de octubre, los europeos ajustan los relojes para cumplir la directiva comunitaria 2000/84/CE. Para determinar el momento de los cambios horarios, se tuvo en cuenta el hecho de que en España existen dos horas oficiales, una para la Península y el archipiélago balear y otra para Canarias, que va una hora por detrás desde 1922.
Uno de los argumentos que emplean los defensores de adelantar o atrasar una hora el reloj es el ahorro energético, además de otros como beneficios para el comercio o la seguridad vial. Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el potencial de ahorro en iluminación en España por el cambio de hora puede llegar a representar un 5% del consumo eléctrico en iluminación, equivalente a unos 300 millones de euros. Esta medida se adopta en 70 países de todo el mundo.