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Con tan sólo 19 años, Miguel Simoes decidió embarcarse en un proyecto que sus abuelos aparcaron en el año 2000 por jubilación y trabas administrativas. Ellos tenían una explotación ovina y a él siempre le gustaron los animales. Estudió ingeniería agrónoma en la Universidad de Santiago de Compostela en Lugo y en la época del Covid retomó el legado familiar para dar vida a una granja artesanal, «Nigranja», que ha llamado la atención de los vecinos, y quienes, al mismo tiempo, son sus clientes.

La historia de Miguel es inspiradora. Este joven de 23 años del lugar de Tarela, Nigrán, recuerda con cariño a su abuela, que era tratante de animales, y quien fue una gran influencia en su vida. “Mi abuela vino junto mía para que cogiera la explotación y poco a poco fui llenando la nave”, comparte Miguel, quien comenzó este viaje como un hobby y que rápidamente se transformó en un compromiso serio.

La granja necesitaba una renovación. Miguel se dedicó a rehacerla y adaptarla para la cría avícola. «Empecé introduciendo gallinas de raza, tanto autóctonas como foráneas. Destacan las de Mos, las Piñeiras, las peruanas denominadas As Pirocas o Aroucanas, que ponen huevos azules y las gallinas Gigantes de Jersey, las más grandes del mundo», afirma el joven.

Sin embargo, el mercado ha cambiado, y ahora se enfoca en la venta directa de huevos al cliente, ofreciendo un producto fresco y saludable. “Yo siempre digo de la granja al plato”, comenta, destacando su modelo de negocio que elimina la necesidad de intermediarios. “Tengo mucha clientela, sobre todo vecinos, pero también gente de ciudad que quiere huevos ecológicos y a la que tengo que decirle muchas veces que no, porque no hay tanto producto”, comenta, destacando la alta demanda que ha generado su trabajo artesanal.

La granja no sólo es un negocio; es un estilo de vida. Miguel se asegura de que sus animales reciban una alimentación natural basada en hierba y cereales, evitando el uso de piensos industriales. “Prefiero que pongan menos huevos, pero darles una alimentación más natural, además, salen todos los días por la finca para que les dé el aire”, dice con convicción. Con unas 150 gallinas, la producción diaria ronda las cinco docenas de huevos, dependiendo de la temporada.

Además de las gallinas, Miguel ha incorporado cabras a su granja. «Un día por Reyes le pedí una cabra a mi abuela y me la trajo. Poco a poco fui haciéndome con más y ahora estoy desarrollando una línea murciana-granadina, una raza autóctona del sur de España que da mucha leche y de muy buena de calidad, lo que me ha dado la idea para en un futuro hacer queso», explica el emprendedor, quien reconoce que también tiene cerdos, lo que completa su pequeña pero diversa explotación.

Mientras Miguel durante la semana se dedica a sus estudios en Lugo, sus padres se encargan de la explotación, asegurando que todo funcione sin problemas. “El poco dinero que da es para mantener la granja”, explica, mostrando su compromiso con la sostenibilidad y el bienestar animal. Además, ha creado una comunidad local sólida, repartiendo sus productos los jueves y viernes entre los vecinos, quienes valoran la frescura y calidad de sus huevos.

Si deseas conocer más sobre su granja y adquirir sus productos, puedes seguir a Nigranja en sus redes sociales.

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