ALFREDO // Susana y su padre Moncho

Entrar en el Rocamar siempre ha sido, es y será un acontecimiento para quien ama la buena mesa, porque este restaurante forma parte de la historia gastronómica de Baiona y de Galicia.

En octubre de 1973 Ramón Rodríguez Quintas, Moncho, adquiría el Rocamar. Tras darle una vuelta, cambiar la decoración y casarse, abrió el restaurante en marzo de 1974 junto a su esposa Sara Rodríguez.

«Cuando compré el restaurante tenía 5 tenedores y lo bajé a dos para abaratar los precios y arrancar. Teníamos diez empleados, luego poco a poco lo fuimos ampliando a casi el doble hasta el día de hoy, en el que caben unas 800 personas», afirma el veterano restaurador que hace unos días cumplió 82 años.

Le puso «Rocamar Nuevo Moscón» porque Moncho había trabajado en el Moscón y en Baiona lo conocían por eso. «Le puse ese nombre con la idea de que volviera a ser sólo Rocamar, y cuando vi que estaba a la altura, se lo cambié», comenta.

Por el emblemático restaurante sito a los pies del Océano Atlántico pasaron miles de novios que hicieron el banquete de boda en sus salones. «Al principio cobrábamos el plato de boda de 500 a 1000 pesetas (3 a 6 euros), hoy en día eso es impensable», recuerda el restaurador.

La fama del restaurante traspasó fronteras, tanto es así, que personalidades como el padre del Rey emérito, Don Juan de Borbón, el propio D. Juan Carlos I, Felipe VI cuando era príncipe, muchos políticos importantes, jugadores de fútbol o artistas de la talla de Rocío Dúrcal o Julio Iglesias, se han sentado a la mesa del Rocamar.

«Julio Iglesias es un fenómeno. Una de las veces que estuvo aquí me agarró por un hombro y me cantó un trozo de la canción Hey!. Cuando está en su casa de Málaga le enviamos allí mercancía, sobre todo nécoras que es su marisco preferido. También Alejandro Sanz un día que vino a cantar a Vigo le enviamos comida al hotel donde se hospedaba», afirma Susana Rodríguez, hija de Moncho y gerente del Rocamar desde hace más 20 años.

Ella comenzó con 18 años. Iba todos los días a trabajar al Rocamar, viendo lo que «hacía mi padre y aprendía de él. Al principio me encargaba de las bodas, los banquetes, la mercancía, los pedidos, la facturación, la selección de personal o la organización y poco a poco fui cogiendo las riendas del restaurante hasta el día de hoy», explica la empresaria.

Su hermano Ramón se ocupa de comprar el marisco o el pescado. De madrugada se va a las lonjas de la zona, como Vigo o Marín, y por el día a la de A Guarda o Baiona, «porque es fundamental que uno mismo compre la mercancía, sobre todo por la calidad del producto», señala.

Susana reconoce que hace 35 años vivían de los banquetes de boda y a día de hoy sólo del restaurante. «Las bodas fueron bajando poco a poco y aumentando la gente en el comedor. En verano ya no hacemos bodas, hacemos alguna pero fuera de la temporada estival».

Uno de los motivos que ha provocado este cambio es la escasez de personal. «Tenía una plantilla de 50 camareros para bodas y ahora sólo tengo 5. Como los banquetes se suelen celebrar los fines de semana, la gente quiere descansar», comenta.

La calidad a buen precio y el servicio es su insignia. Sin duda alguna su especialidad es el marisco de la ría y de la costa, como el percebe, el bogavante, la langosta, el camarón, las nécoras, las centollas y, además, los pescados y la carne gallega, todo ello acompañado de unos buenos caldos y de unas espectaculares vistas del Océano Atlántico. «Los fines de semana tenemos gente que repite, son clientes de toda la vida que ya son amigos, son de casa. No recuerdo que ningún cliente se fuera descontento del restaurante», finaliza Susana Rodríguez abrazada a su padre Moncho, celebrando ambos las bodas de oro del Rocamar.