ALFREDO // Xabi Garrido con las conchas de vieiras reflectantes

La concha de vieira es un auténtico símbolo del Camino de Santiago y un emblema para el peregrino, que la lleva colgada del cuello o de la mochila mientras camina hacia la tumba del Apóstol en la capital gallega.

El cantero artesano Xabi Garrido de Oia tiene buena cuenta de ello. En su Obradoiro de Pedra Rubia en Mougás, sito a los pies del Camino Portugués por la Costa, ve pasar cada día a cientos de peregrinos de las más diversas nacionalidades, haga buen tiempo o no.

Además de trabajar en su taller la pizarra de alta densidad en la que plasma petroglifos, el Camino de Santiago o la flor de loto, también decora conchas de viera con puestas de sol, con el símbolo celta trisquel o con la Cruz, la Espada y el Camino de Santiago. “De mañana temprano pasan los peregrinos hacia Santiago y se paran en el obradoiro. Lo que más les llaman la atención además de las piedras talladas, son las conchas de viera. Muchos de ellos no son capaces de conseguirlas porque vienen de países extranjeros y allí no las hay, entonces las compran y se van muy contentos”, señala el cantero de Oia.

Las conchas de vieira las recoge en los restaurantes de la zona como el Rocamar, la Colegiata, Porto dos Barcos o el Peñasco. “Primero las lavo dos veces, les hago un agujero y las pinto”, señala. Pero este año fue más allá y como novedad para presentar en la Festa da Arribada creó conchas de vieiras reflectantes. “Como muchos peregrinos pasan sobre las cinco de la mañana y aún es de noche, se me ocurrió que tenían que llevar algo reflectante para que los coches los vieran, y de ahí surgió la idea”, explica el veterano cantero quien plasmó la famosa frase ¡Oia existe!.

“Igual que las otras, las lavo, les hago un agujero y las pinto de blanco. Luego, aún con la pintura fresca, las meto en una caja donde tengo el reflectante y las presiono para que se adhieran”, explica el ideador de las curiosas conchas.

Ya ha vendido alguna en su Obradoiro de Pedra Rubia a siete euros la unidad. “Algún que otro peregrino ya me las compró, pero tuve que esconderlas porque me las llevaban todas y luego no tenía para la Festa da Arribada”, afirma.