Como cada último domingo de marzo, y año tras año, llega el temido cambio de hora. Esto significa que cuando esta madrugada sean las dos, tendremos que adelantar las ajugas 60 minutos, con lo que serán las tres de la madrugada.
Esto conlleva a perder una hora de sueño, para los que se queden en casa y no salgan de fiesta, y un cambio en nuestros hábitos.
El cambio horario forma parte de la Directiva Europea que afecta a todos los Estados miembro de la Unión Europea con el objetivo de aprovechar mejor la luz solar por la tarde. Por tanto, el cambio es obligatorio y siempre se produce en las mismas fechas, en octubre y marzo, y horas en el conjunto de la UE, de modo que no existe la posibilidad de que un Estado miembro no aplique este cambio de hora.
La Comisión Europea asegura que la medida tiene impactos positivos en el ahorro energético, en los sectores de transporte, comunicaciones, seguridad vial, condiciones de trabajo, modos de vida, salud, turismo o el ocio.
Este hábito se remonta a la década de los 70, con la primera crisis del petróleo. Algunos países adelantaron sus relojes para aprovechar mejor la luz natural del sol y reducir así el consumo de electricidad.