Soy Rosa Fernández, la madre de Manu Ochoa, piragüista de aguas bravas y olímpico. Llevo años redactando noticias del Club Deportivo Miño-Teixugos (con poca calidad periodística, lo sé) intentando dar un poquito de visibilidad a este deporte que es pura poesía sobre el agua. Pienso que algo conseguí, poquito, pero algo sí. Cuando redacto las noticias (mal y cutremente, ya lo sé) intento hablar objetivamente, es cierto que las veces no os digo que esa medalla de oro la consiguió porque no había más que uno compitiendo, o que el bronce fue un tercer puesto de tres… pero lo que yo pretendo, es que os enganchéis a este deporte tan maravilloso, y si con la venta de medallas en la prensa lo consigo, pues a mí me vale.
Cuando en esas noticias aparece mi hijo, parece uno más, porque intento ser objetiva. Hoy no lo voy a ser, tampoco voy a omitir verdades. La verdad es que mi hijo es muy bueno, a la altura de los mejores de España. Con catorce años dejó la casa para ir al centro de tecnificación, con diecisiete se fue para la Seu DÚrgell para poder seguir con su preparación. Solo, con nuestro apoyo, eso sí, pero solo. Poquito a poco se fue ganando un lugar a pulso en la élite, él, un ninguén cómo diría Neira Vilas.
Varias veces consiguió formar parte de la selección nacional, y eso ya os digo que es muy complicado, porque Manuel está solo. Os diré, como ejemplo, para que veáis hasta que punto es de los mejores, que entre los que compiten con él para formar parte de la selección están hijos de entrenadores olímpicos, de ex entrenadores olímpicos, otros tienen familiares en el equipo arbitral (no abráis mucho los ojos, sí, es cierto, padres, madres, hermana, primos,…), a ver, que igual son imparciales, tampoco seamos mal pensados, pero el dato está ahí. No tenía dinero para kayaks, así que mientras los demás tenían dos o tres cada año, él tenía uno, que aprendió a reparar, para tres años.
Cuando apareció el kayak cross, él empezó a destacar, porque es un deportista con mucha fuerza. Cuando lo hicieron modalidad olímpica él vio una posible vía para cumplir su sueño, ir a unas olimpiadas. Era un nuevo deporte, empezó a estudiar técnicas y estrategias para ser el mejor, a entrenarse dejando un poco de lado el eslalon tradicional. Yo lo dejaba soñar, pero confianza poca, no por su capacidad, sino porque siempre pensé que la Federación mandaría a cualquier otro. Cuando ganó en Praga, la Federación y el equipo técnico fueron con él a muerte, y lo eligieron para representar a España en los Juegos de París. Creemos que se ganó el respecto de todos con su trabajo y deportividad a lo largo de los años.
Antes de seguir, aclarar que las aguas bravas nada tienen que ver con las tranquilas. A veces reciben el nombre de aguas vivas, porque literalmente están vivas. Un deportista de eslalon tiene un vocabulario especial para nombrar los comportamientos de las aguas y las acciones: rulo, rebufo, contra, dar casco, circular, remonte…y a veces en el eslalon no manda el deportista, manda el agua…
Después de la introducción (bien larga, perdonad) paso a contaros el paso de Manu Ochoa por París.
Primer día, cuenta el reloj, en la que un fallo (no fue tal, ya os dije antes que las aguas bravas están vivas, y lo pilló un golpe que lo llevó para abajo) en la maldita puerta ocho, hizo que perdiera varios segundos. Finalizó décimo, décimo entre los mejores, a pesar del fallo.
Segundo día, enfrentamientos. Había doce series, encabezadas por los doce mejores tiempos. Él encabezó la serie 10, la ganó con claridad, como mucha gente pudo ver. Quedaron 32 deportistas para la siguiente fase.
Tercer día, clasificatorias. Ocho series de cuatro. Gana su serie de forma clara y pasa a cuartos de final. Quedan 16 deportistas.
Cuarto día, cuartos de final. Aquí la cosa ya se complica, pues sólo quedan los mejores. Lo de remar como un loco y huir delante ya es una estrategia que se puede complicar, porque los del lado ya son tan rápidos como tú. Salió con dorsal verde, esto quiere decir que fue el segundo en elegir el puesto de salida en la rampa. El primero, el dorsal rojo, Joe Clark, el mejor del mundo en estos momentos. Y aún así, ganó. Clark intentó ganar, pero no pudo. Los allí presentes dando saltos, y …aparece la falta, falta en la puerta ocho. La falta fue dudosa, y mucho, porque tardaron mucho en dar resultado oficial. Parte del equipo arbitral consideró que sí, otros que no, al final ganó el sí. Finalizó los juegos en la decimocuarta posición, que no es poca cosa, a mi modo de ver.
Dejadme finalizar haciendo referencia aquí al titular de prensa de un conocido (y poco respetado, por mi parte) periódico: “Una precipitación innecesaria deja a Manu Ochoa fuera de las semifinales en kayak cross” …pero…¿Qué sabe esta gente de kayak cross?, ¿Cómo se sentirá el deportista (ya devastado) viendo semejante titular?, ¿Qué pasa con aquello de la salud mental?…En fin, señores… la precipitación era necesaria porque tenía que ganar la serie, y tenía que ganar porque dado el mal tiempo que hizo en la contra el reloj si llega a entrar segundo, le asignarían el dorsal amarillo, sin derecho a escoger en la rampa, llevándolo a una posición en el que ganar sería casi imposible, dependiendo únicamente de los fallos de los demás. Maialen Chourraut perdió su serie y ella lo explicó bien: “He salido desde la calle 4 y era casi imposible sacar la carrera adelante”, por sí pensáis que intento justificar a mi hijo.
Y hasta aquí mi primera y última crónica desde el alma y desde el corazón. Espero seguir informando (con artículos de baja calidad, lo sé) de forma objetiva y promocionando el eslalon en Tomiño durante muchos años.