Julia Rodríguez es una vecina de San Pedro de A Ramallosa (Nigrán) de 74 años que ha vivido un autentico calvario. Los últimos cuatro meses fueron los peores de su vida. Su buen gesto con una familia que acogió en su casa para que la cuidase le salió muy caro. Tuvo que aguantar insultos, amenazas, cortes de luz, llamadas a horas intempestivas, está sin agua corriente y hasta le desvalijaron la casa.
Hace once meses Julia sufrió una caída en la cocina de su casa que la dejó incapacitada para valerse por si misma y está esperando por una operación. Desde entonces tiene que valerse de muletas para poder desplazarse y es incapaz de realizar los quehaceres diarios, por lo que buscó a una persona para que la cuidase y ahí fue cuando comenzó su vía crucis.
“Yo buscaba una persona que viniera a limpiar la casa unas horas a la semana, ir conmigo al médico, hacerme la comida, compañía y que me cuidara un poco. Entonces una amiga vio en el tablón de anuncios de un supermercado de A Ramallosa un teléfono de una chica que se ofrecía para limpiar, la llamé y vino a mi casa. Como la vivienda tiene dos plantas, yo vivo en la de abajo, me preguntó si alquila la parte de arriba y le dije que no, pero le comenté que, a cambio de cuidarme, podía quedarse sin pagar alquiler. Además le dije, que si es buena persona, se porta bien y me cuida hasta que yo muera, le dejo lo poco que tengo en el testamento”, explica Julia sentada en la cocina de su casa muy disgustada por todo lo ocurrido.
La reacción de la chica no se hizo esperar y se instaló en la vivienda con su pareja y dos menores. “Vinieron a vivir el 29 de marzo. Al principio era muy cariñosa y todo iba bien, pero tras hacer el testamento, la cosa se complicó. No limpiaba ni me hacía la cama. No sabía ni hacer de comer. No me saludaban al pasar por mi. Se hicieron los dueños de todo. Me engañaron, entonces les dije que se tenían que ir, que así yo no los quería en casa”, manifiesta. A raíz de eso, la relación se complicó aún más, “de llamarme cariño y no se olvide que la quiero, pasó a llamarme sinvergüenza y a llamarme de todo. Me amenazaron con que me iban a hacer la vida imposible, entonces, los borré del testamento”, declara la septuagenaria, que perdió 5 kilos “con los disgustos”.
Instalaron una piscina que fue la gota que colmó el vaso. “No me dijeron nada y les dije que la sacaran, que no la quería ahí que no podía pasar. No me hicieron caso, la llenaron y estropearon el motor del pozo, ahora no tengo agua. Un vecino me la trae en cubos para poder lavarme y hacer la comida. La Guardia Civil, a la que le estoy muy agradecida, vino varias veces, una de ellas porque me cortaron la luz”, asegura Julia Rodríguez, mariscadora de profesión y viuda desde hace más de 20 años.
Tras de varias denuncias y la falta de agua, sus “vecinos” hicieron maletas el pasado sábado 24 de julio. Pero con su marcha se llevaron prácticamente todo lo que Julia tenía en casa y que tanto trabajo le costó conseguir. “Me llevaron toda la loza, platos, vasos, cristalería, un juego de café, una olla de acero inoxidable, una tartera grande, una cafetera, un edredón, una manta, una mesita de noche, se llevaron hasta las bombillas. Me desvalijaron la casa. Llevé un disgusto muy grande y no tengo muchas esperanzas de recuperar mis cosas”, comenta la anciana quien espera que la justicia actúe y sus “vecinos” paguen por lo que le hicieron.
