“Es la crónica de un éxito anunciado”, manifestó el regidor vigués durante la presentación de la muestra del artista madrileño, ausente por una indisposición, que podrá visitarse en la primera planta del museo hasta el 7 de septiembre.
Abel Caballero, la teniente de Alcaldía, Carmela Silva; el concejal de Cultura, Gorka Gómez; el director del Marco, Miguel Fernández-Cid; y la hija del pintor, María Van Den Eynd, participaron este jueves en la presentación de la exposición sobre Alfonso Galván que permanecerá en las salas frontales de la primera planta del Marco desde este mes de abril al 7 de septiembre.
En el acto, el regidor puso en valor la obra de Alfonso Galván y su trayectoria, trasladando su entusiasmo con la exposición que calificó como “la crónica de un éxito anunciado”. María Van Den Eynd, en el nombre del artista, agradeció al Concello y al museo la organización de la muestra que es “pintura con mayúsculas, para estar en un museo”.
Por su parte, el comisario Miguel Fernández-Cid, destacó la trayectoria de Alfonso Galván como pintor de “paisajes abiertos, de pintura orientalista de paisajes amplios” y que siempre consigue que “encontremos algo” en sus obras.
Alfonso Galván (Madrid, 1945) se formó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y realizó su primera exposición individual en Madrid en 1973. Pertenece a la generación de artistas nacidos en los años cuarenta, que comienzan a tener sus primeros éxitos artísticos alrededor de 1970.
Con influencia del hiperrealismo norteamericano, el realismo fantástico, el realismo fotográfico o el pop, muchos recibieron directamente las enseñanzas de Antonio López en el período en el que era maestro en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y fueron denominados los Nuevos Realistas. Su obra inicial tiene un fuerte contenido social, para proseguir con imágenes de una naturaleza onírica, en la que se mezclan las referencias culturales, los símbolos, los juegos.
La muestra establece dos atmósferas: una dominada por la presencia de animales utilizando como punto de partida documentos y fotografía familiares tomadas en África en los años 50 y otra atmósfera en apariencia más lírica, con paisajes abiertos y referencias orientalistas, con inclusión de textos en chino, en especial del Daodejing, que Alfonso Galván tradujo, ilustró y caligrafió.